El Gran Premio de 1962, la pista de Caguas y sus carreras olvidadas

Corredores e historiadores mantienen viva la memoria del desaparecido circuito de Caguas, uno de los templos del automovilismo puertorriqueño

En colaboración con Sofía I. Adorno Díaz

Autos de carrera trepan una de las cuestas de la pista de Caguas (Suministrado por: Luis Mariano Muñoz)
Actualizado en 24 de noviembre de 2022: Se removió una atribución imprecisa.

Una tarde de noviembre hace setenta años atrás, Caguas fue testigo del poder del automóvil. Sus bosques y plantíos retumbaron por horas con el cantar de pistones y el rechinar de llantas mientras 8,000 espectadores dieron fe de como un bólido de aluminio se apoderó de las laderas criollas junto al resto de sus rivales. Érase una máquina magnífica, tan feroz como hermosa, de flamante color carmesí y curvas elegantes: un chasis de la Fórmula 1, uno de los carros más rápidos del mundo. Al conquistar la bandera a cuadros para finalizar la carrera, su joven conductor Roger Searle Penske se convirtió en el primer campeón del “Commonwealth Trophy” del Gran Premio de Puerto Rico de 1962, el premio automovilístico de mayor prestigio en la historia de nuestra isla. Con el pasar de los años, su primer campeón terminó siendo su único.
 
Roger Searle Penske, ganador del Gran Premio de Puerto Rico de 1962 (Facebook: CCCPR)

El Gran Premio de Puerto Rico, como en aquel entonces redactó la revista Sports Illustrated, suponía ser una joya del automovilismo caribeño. Ochenta corredores de circuito, en su mayoría boricuas, disputaron carreras a lo largo de ocho días entre distintas disciplinas, hasta culminar con el evento estelar el 11 de noviembre. La plantilla del trofeo final contó con pilotos de calibre mundial como el campeón de la Fórmula 1 Phil Hill, el neozelandés Bruce McLaren, los astros mexicanos Pedro y Ricardo Rodríguez de la Vega y el estadounidense Dan Gurney. Acompañandoles, el pentacampeón argentino de la Fórmula 1 Juan Manuel Fangio, uno de los corredores más aclamados en la historia del automovilismo, fungió como mariscal. No obstante, una serie de complicaciones e imprevistos, como la reciente crisis de los misiles de Cuba y la muerte inesperada de Ricardo Rodríguez a varios días de su llegada a Puerto Rico redujeron dramáticamente la cantidad de participantes y, por consiguiente, el renombre de la competencia.

Hoy la memoria del Gran Premio es escasa. El circuito donde se celebró y para el cual sirvió como evento inaugural, la otrora pista de Caguas, desapareció a finales del siglo pasado y sus terrenos hoy componen la urbanización Parque del Monte, sin rastro alguno de su antigua historia automotriz. De quienes lo compitieron, sólo sobrevive un puñado de pilotos y una cantidad menor de autos. Para la educadora Aida Mendoza Rivera, miembro del Taller de Investigaciones Históricas Juan David Hernández de Caguas, quien redescubrió la historia de la pista por medio de récords municipales, que actualmente no se reconozca su importancia tanto histórica como deportiva es incomprensible.
El antes y el presente de los terrenos de la pista de Caguas
(Facebook: CCCPR/Google Earth)
“[El circuito y sus eventos] trayeron unas secuelas económicas que directa o indirectamente ayudaron al progreso en el Caguas industrial”, establece. Luis Mariano Muñoz, historiador y documentalista automotriz, cuenta apasionadamente como su padre, quien fue auspiciador del circuito, lo recogía en su escuela para que juntos pudieran ver a los astros del automovilismo. “El mero hecho de [que] la gente que participó en la competencia, la gente que vino del extranjero a competir aquí era lo mejor del deporte en ese momento, eso no se ha logrado igualar jamás”, afirma. Para él, más allá de su vínculo familiar, la Antilles Auto Racing Circuit (como se conoció la pista en un principio) era “la mejor pista que ha tenido Puerto Rico”. Tal amor lo llevó eventualmente a convertirse, muchos años después del Gran Premio, en su administrador.
La pista de Caguas (Suministrado por: Luis Mariano Muñoz)

“Tenía unas facilidades increíbles. Era una pista muy bonita porque tenía cuatro niveles de altura en su terreno. La recta [principal] era plana, cogías una curva a la derecha y empezabas a subir una montañita. Estaban las “S”, lo que llamaban el “hairpin” (horquilla), y seguías subiendo. Entonces bajaba una recta rápida [hacia] unas “S” que te llevaban a una curva que se llamaba la curva del mangó –porque la gente se metía debajo de un palo de mangó a coger sombra–, y llevaba de nuevo a la recta”, relata.
Fue en Caguas, junto a su hermano, que a sus 17 años el piloto de circuito Miguel Díaz Ortiz comenzó su larga trayectoria en el deporte. “Kiki”, como se le conoce en “la fiebre”, también trabajó en la pista como banderillero, voluntario de seguridad para las carreras de circuito. Según cuenta, la curva del mangó adquirió mala fama como escena de accidentes frecuentes. “Si tú te salías [de la curva], había un espacio de tierra y te podías ir por un hoyo. Después de las carreras, la gente se metía en los carros a dar vueltas y hubo veces que se fueron un par de carros por el hoyo ese porque [sus pilotos] no sabían”, resalta.

Transmisión por el canal 2 de las 3 horas Marlboro de 1983
(Youtube: Edgardo Salguero)
Luego del ‘62, el premio de mayor prestigio en Caguas fueron las 3 horas Marlboro, reconocido en su momento por el canal 2 como “el evento del año del automovilismo puertorriqueño”. Era una carrera de resistencia, en donde tenía oportunidad de triunfar no solo el conductor más rápido, sino también el que parara lo menos posible tanto para cambiar gomas como para echar combustible. Pilotos del Caribe entero, desde República Dominicana y Trinidad hasta Venezuela y Panamá, traían sus coches al evento con el afán de ganar el trofeo y un premio monetario. 

El auge de las carreras de circuito, explica Díaz Ortiz, arropó a la isla para los años ‘80. Auspiciadores como Marlboro y empresas automotrices como Chrysler subsidiaban habitualmente tanto a pilotos como a competencias enteras. Carreras del GT de las Américas, en aquella época el campeonato de circuito de mayor prestigio en el Caribe latinoamericano, y el “Neon Challenge”, un torneo monomarca (competencia de carros idénticos) donde se corrían autos compactos Dodge Neon, se celebraron alrededor de Puerto Rico, desde La Guancha en Ponce, Salinas y Añasco hasta en los predios del estadio Hiram Bithorn y las calles de la Milla de Oro.

Transmisión del Grand Prix de Ponce de 1994
(Youtube: JDM Racing PR)
Debido al declive económico a finales de siglo, sin embargo, los auspiciadores se fueron retirando progresivamente y los corredores, ante la falta de fondos, tuvieron que reducir sus actividades. El GT de las Américas paró de competir en la isla y los circuitos, al haber perdido sus fuentes de ingreso principales, cerraron sus puertas. Con la venta de los terrenos de la pista de Caguas a finales de los años ‘80, el área metropolitana de San Juan se quedó sin un circuito dedicado de carreras y el evento de las 3 horas desapareció casi por completo. Hoy en día, solo un circuito se encuentra activo en Puerto Rico, el trazado de circuito de la “Salinas Speedway”, al sudeste de la isla. La pista de Salinas, construida originalmente por el ejército de los Estados Unidos como aeropuerto militar, fue adaptada como pista para carreras de aceleración (“dragueo” o “drag racing”, como se conoce en inglés) durante los años ‘70. Sus cualidades planas y esbeltas le sirvieron como idóneas para la disciplina del “dragueo”, que compite exclusivamente en línea recta, pero su trazado para carreras de circuito está limitado severamente por el poco espacio de su terreno. Para la nueva generación de corredores de circuito, como el joven piloto de 21 años Carlos “CJ” Sepúlveda Irizarry, la pista de Salinas es “adecuada”, pero no asemeja para nada los retos que en un momento presentaron los circuitos de Caguas y la también cerrada pista de Ponce. Más aún, sostiene que las restricciones de Salinas activamente impiden el resurgimiento de las carreras de circuito en Puerto Rico. “Diría que un problema principal sería que no hay variedad de pistas. Es decir, si tuviéramos [las pistas] de Salinas y la de Ponce –y ponle que ambas no tengan las mejores facilidades, pero ya por el hecho de que hay dos– posiblemente ayude a crecer el deporte simplemente porque no estoy yendo todos los días al mismo sitio a dar las mismas vueltas en el mismo lugar”, aclara. Sepúlveda Irizarry comenzó a desarrollarse en el kartismo (disciplina introductoria de carreras de go-karts) a lo largo de su niñez, pero tuvo que alejarse a causa del cierre de circuitos y la falta de fondos. Como destaca, a diferencia de otros deportes, para cosechar el éxito en el automovilismo se necesita una combinación de talento y dinero. Sin fondos, facilidades o auspiciadores, competir en circuito se convirtió para él en una labor mucho más insostenible.
Dos corvetas de la Chevrolet abrazan
una curva de la pista de Caguas
(Suministrado por: Luis Mariano Muñoz)
En 2003, la pista de aterrizaje del aeropuerto de Isla Grande Fernando Luis Ribas Dominicci y sus calles aledañas fueron convertidas en un circuito de carreras con la intención de celebrar una réplica del Gran Premio de Puerto Rico. La carrera, que se incorporó a la série Trans-Am del Sports Car Club of America (SCCA) como evento final del calendario, fue realizada y promocionada con ayuda de la Compañía de Turismo de Puerto Rico y las administraciones de la gobernadora Sila María Calderón Serra y el alcalde de San Juan Jorge Santini Padilla. El Puerto Rico Grand Prix fue transmitido en los Estados Unidos por la cadena de cable Speed y fue visto, según Mariano Muñoz, por entre 8 a 10 millones de personas. Así como su homólogo del ‘62, el evento no se volvió a repetir. Sepúlveda Irizarry considera que el automovilismo de circuito podrá volver a su gloria anterior mediante el interés de quienes estén dispuestos a invertir tiempo y dedicación en él. El piloto opina que mediante la colaboración entre las islas del Caribe para eventos de esta índole, como ocurrió en el pasado, se generará un cambio positivo en el deporte. Del mismo modo, añade que un campeonato entre Puerto Rico y la República Dominicana, donde se ha conservado una cultura automovilística más amplia, ayudaría a impulsar el resurgimiento del circuito en la isla. Díaz Ortiz se muestra optimista, sin embargo. En los Estados Unidos, corredores como Bryan Ortiz y Sebastián Carazo continúan acumulando victorias en diversas disciplinas mientras representan a Puerto Rico y brindan una atención revitalizada al circuito en la isla. Entretanto, junto a miembros del Club de Corredores de Circuito de Puerto Rico (CCCPR), Díaz Ortiz continúa la tradición del circuito en Salinas, si bien a menor escala a la de antes. Próximamente, el club intentará que el SCCA certifique a la pista como apta para competencias nacionales. Esto, afianza, volverá a traer eventos de mayor escala a la isla. “Yo te digo, en todos los años que yo llevo, los últimos tres a cuatro años se ha visto el resurgir del circuito otra vez”, confía Díaz Ortiz. En 2010, Mariano Muñoz celebró un cóctel en conmemoración al evento e invitó a sus pilotos a Plaza Las Américas. Roger Penske, ya convertido en un magnate del automovilismo estadounidense y dueño de múltiples equipos exitosos de carreras, sacó tiempo de su agenda ajetreada para asistir. Hoy, si bien el recuerdo del Gran Premio del ‘62 es ténue y la pista de Caguas solo existe en las mentes de quienes la recuerdan, sus legados aún reverberan en el automovilismo puertorriqueño. Este año, por primera vez desde hace décadas, Puerto Rico volverá a celebrar su carrera de 3 horas.

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